
La metáfora del ajedrez en el psicoanálisis
El ajedrez, leído desde el psicoanálisis lacaniano, puede pensarse como una metáfora precisa del campo del Otro. Ninguna pieza tiene un valor en sí misma; su valor se constituye únicamente en relación con las demás, es decir, en función del lugar que ocupa dentro de una estructura. "El significante no tiene valor sino por su diferencia con otros significantes". En este sentido, el tablero es el escenario simbólico donde cada posición es un significante que cobra sentido solo en la cadena de los otros.
Un peón no "vale" por ser peón, sino por el modo en que se inscribe en el deseo de la jugada: puede ser el obstáculo que impide un jaque mate, o el que, con un solo movimiento, abre el camino para coronarse y transformarse en reina. En ciertas posiciones, un peón sostiene todo el equilibrio del juego; sin él, el sistema se derrumba. Su aparente pequeñez oculta una potencia estructural. Así también, en la economía psíquica, lo que parece insignificante puede sostener el deseo, el punto mismo de anclaje del sujeto.
Por otro lado, el jaque mate muestra que no es necesario eliminar todas las piezas del adversario: basta con poner al rey en una posición sin salida. No hace falta aniquilar al Otro para alcanzar la conclusión del juego, del mismo modo que en el análisis no se trata de eliminar los significantes, sino de reconfigurar su articulación para que el sujeto advenga en otro lugar.
Asimismo, una pieza de gran valor —una reina, una torre, incluso el propio rey— puede quedar completamente anulada cuando su posición la deja sin función. La impotencia no depende del poder intrínseco, sino de la relación con la estructura. En términos lacanianos, no hay sujeto poderoso fuera del discurso: el lugar lo hace ser.
El tablero, entonces, se vuelve un campo simbólico donde el deseo se mueve entre el sacrificio y la estrategia, entre la pérdida y la posibilidad, "el lugar del Otro, el lugar donde se constituye el sentido". Jugar al ajedrez es también, como en el análisis, aprender que el valor no está en la pieza, sino en el lugar desde donde opera y que toda jugada, incluso la más pequeña, modifica el orden entero del juego. "La posición del sujeto está determinada por el punto desde el cual mira, no por lo que mira".